Por: Everildo Gonzalez Alvarez
Lo bueno que tiene el tiempo---.-dice Luis---, es que da oportunidad de aprender y hay cosas que con ese tiempo y a base de insistir he podido volver a hacerlas aún cuando no sea de la mejor manera---abrocharme la camisa y los zapatos, rasurarme y actividades de la casa---
Salí del hospital con la tremenda depresión---sin poder cargar a mis hijas y sin poder valerme por mi mismo y con un futuro nada bueno---. Iba a estarme unos pocos días en casa y después tendría que ir a la rehabilitación.
Como pude analicé las cosas y llegué a la conclusión que esa rehabilitación me ayudaría a no retroceder, anhelaba en ese momento que por lo menos ya me quedara como estaba, me causaba temor el que los dolores volvieran en la intensidad como los había tenido, ya para entonces no me inyectaban morfina, pero claro que las pastillas, para no sé cuántas cosas, tomaba a cada rato.
Mi familia recibió las indicaciones correspondientes para iniciar la rehabilitación---ir en traje de baño, llevar toalla, pants y muda de ropa---.
Un día llegué al área de rehabilitación del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, es grande el lugar, en un lado estaba la tina de hubbard----se recomienda para el tratamiento de las extremidades superior e inferior que permite la inmersión de todo el cuerpo de pacientes, con espacio para el movimiento del cuerpo y el ejercicio---, cerca de ella estaban las mesas de ejercicio, en un lado el área de colchones y en el extremo la barra de ejercicios y otros aparatos.
En rehabilitación del Instituto de Neurología y Neurocirugía, antes de entrarme a la tina de Hubbard, pasé con la Dra. encargada quien me revisó y comentó que el ejercicio me ayudará a mantenerme como estaba con algunas mejoras en los movimientos, de brazos, manos, piernas y pies, pero para nada contempló el que volviera a caminar ---eso era alimento para mi depresión--- y las ganas de hacer esa rehabilitación se me quitaron.
Me llevaron a un lugar donde me quitaron la ropa y quedé en traje de baño, y con lo que llaman grúa me entraron a la famosa tina, el agua estaba sumamente caliente, eso ayudaría a que me pudieran hacer los ejercicios más fácil y sin tanto dolor. Ahí estuve algunos 15 minutos y luego la grúa me sacó, me llevó a la mesa de ejercicios donde me vistieron y a donde llegó la terapista----ahora con agrado la recuerdo---saludó a mi hermana y luego a mí, me explicó lo que haría ese día e inició su trabajo. Acostado en la mesa, de pronto sentí que me arrancaban un brazo y un intenso dolor me invadió todo el brazo, grité y me puse muy nervioso, pero el ejercicio siguió. Tanto dolor por solo haberme levantado el brazo, la señorita me tomó el otro y sucedió lo mismo, otro grito y más dolor, es un hecho que si hubiera podido caminar me hubiera salido, pero no, me parecía difícil creer que el solo levantarme la mano me causara tanto dolor, no podía ser, luego siguió una pierna, el dolor no fue tan fuerte y así después la otra pierna, no había consideración, la terapista sabía que no podía tener contemplaciones y que a pesar del dolor, que sabía me daba, ella tenía que seguir, no había de otra, claro que para mis adentros, no recuerdo qué tanto decía pues el dolor de eso tan sencillo, era intenso y era el primer día y lo primero del día.
Algo me conforté cuando terminaron los ejercicios y me llevaron al área de colchones, ahí me tenía que rodar, para un lado y luego para el otro, pensé que eso sería de lo más fácil, pero para sorpresa mía, no pude rodarme, mi hermana me tuvo que ayudar, mi mente decía una cosa, pero mi cuerpo no obedecía, luego me llevaron a la barra de ejercicios, siempre en silla de ruedas que era mi medio de transporte, ya lo que Dios nos dio para caminar----los pies--- para nada me servían, ya por ese día fue todo. Fue un día para olvidar, parecía que ya todo en mí sería de puro dolor y más dolor. En la barra de ejercicios, prácticamente nada pude hacer. Lo que parecía fácil, me era difícil, una mente lúcida, per5o un cuerpo desobediente y …….
Salí del área de rehabilitación todo adolorido, pero lo peor era considerar que no volvería a caminar ni a valerme por mí mismo, nadie mencionaba alguna esperanza y estar en casa nada bueno me hacía pues el tiempo lo pasaba pensando y alimentando la depresión----Luis se pone triste, su cara lo dice todo al recordar----
En casa estaban mi esposa y mis hijas a las que ya no pude cargar, ni jugar ni prácticamente nada, la convivencia con ellas era nula……..,,
Al otro día, temprano, nuevamente con mi hermana nos trasladamos al Instituto, a rehabilitación, fue lo mismo del día anterior aun cuando los dolores no fueron tan intensos. Ya en el área de colchones, pude platicar un poco con uno de los pacientes, aproximadamente 15 estaban ahí por lo que se conoce como cisticercosis que decían se daba por comer carne de cerdo infectado de larvas o algo así, pero que a muchas personas les afectaba el sistema automotriz, ahí estaban con síntomas parecidos a los míos nada más que sin tanto dolor ni pérdida de la fuerza. Con algunos me hice de amistad y durante algunos ejercicios platicábamos y lo mismo hacía mi hermana Hilda con familiares de ellos.
En la UNAM me seguían pagando, pero ya estaba una persona supliéndome----Silvia Herrerías Villanueva----, ocasionalmente le pedía a mi hermana me llevara al Instituto, ya luego me arrepentía. Nada hacía ahí, a lo mejor solo causar lástima.
La rehabilitación continuó por meses y la depresión igual hasta que un día me puse a analizar mi situación y decidí que tenía que volver a caminar y que bastaba ya de la depresión y de crisis nerviosas, tenía que hacer el intento de mejorar y afortunadamente tenía en la señorita encargada de mi rehabilitación a una aliada que al igual que yo, consideraba que era posible que volviera a caminar y me ofreció tener rehabilitación en una clínica del Seguro Social donde en las tardes ella trabajaba. Era la señorita Osbelia. Aceptamos ese ofrecimiento, no era para decir no. Ya para mi era importante la rehabilitación, ejercicios con otros aparatos y otros ejercicios me dieron ánimos.
En la familia, mi mamá y hermanos ayudaban en todo lo que fuera necesario, mi esposa estaba dedicada a la atención de las hijas, ahí todo marchaba ya más o menos bien ---dice Luis---
Una tarde llegamos a la clínica e inicié la rehabilitación, ya mi mente tenía fija la idea de PODER, de QUERER, y con estas dos armas me liberé de la depresión, de crisis nerviosas. En mi mente estaba firme la idea de mejorar, de un día poder estar de pie así fuera apoyándome con muletas, andadera o bastón, lo tenía que lograr. La rehabilitación ahí me ayudó mucho, la Srita. Osbelia tenía confianza en mi, sabía que podría lograrlo
Continuará
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