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En el año de 1972 se dio paso en Jacona a la creación del Museo de Antropología, con la donación de figuras por don Francisco García Guzmán, reforzada luego con las piezas que obsequió el profesor José Antonio Lira, las del maestro Reyes Bravo, entre otros particulares que desearon que las piezas que estaban en sus casas y oficinas, lucieran mejor en el Museo, que tuvo sus inicios en las instalaciones de la Unión Regional de Productores de Fresas y Hortalizas, que se encontraba por la calle Zaragoza, entre Morelos y Constitución.


En aquélla época se despertó en Jacona “la fiebre” por la búsqueda de figuras, principalmente en el Cerro Curutarán, en los contornos de El Opeño, en la Barranca de los Monitos, entre otros lugares; amén de que quienes labraban las tierras encontraban figuras y objetos en las parcelas por el paso del arado o del tractor, en lugares como: Tamándaro, El Platanal, y en Los Cerritos, como consecuencia de la explotación de las tumbas de El Opeño por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), con sus antropólogos Eduardo Nogueira y Arturo Oliveros.


Desde entonces mucha gente se ha dedicado a excavar para encontrar puntas de lanza, flecha y otras figuras de obsidiana, de hueso y caracol; ídolos y objetos de ornato; apareciendo a la par, figuras hechas de barro y quemadas, que, con todo y su falsedad trataron de ser vendidas como auténticas. Ahora se venden éstas figuras en el tianguis de Cristo Rey, mezcladas con figuras alienígenas hechas de obsidiana y jade.


A más de 50 años de la creación del Museo, se puede decir que, en los años 70 y 80, las autoridades municipales no sólo se preocuparon, sino que se ocuparon por fortalecer el museo que, sin embargo, al igual que las zonas arqueológicas, fue víctima del saqueo por las propias autoridades y/o los responsables del mismo.


Se intentó establecer el museo en el edificio que ocupa el DIF Municipal, tratando de constituirlo como Museo de Antropología e Historia, agregándole objetos históricos correspondientes a la época de la Revolución Mexicana y más allá de ésta; sin embargo, tal iniciativa no dio resultado y optaron por trasladar todo lo arqueológico y antropológico, al actual Palacio Municipal, cuando se intentó inútilmente, que el edifico antiguo fuera para el Museo Plancartino; que no tuvo cabida, quedándose únicamente lo que al final de cuentas forma parte del llamado Museo Comunitario de Antropología e Historia.


A la fecha destaca el total desinterés del Ayuntamiento actual, por elevar el acervo histórico y promover el Museo, que en la administración de Adriana Campos Huirache como alcaldesa, tuvo su brillante Boom en cuestiones de promoción, rescatándose muchas piezas que estaban almacenas y guardadas en cajas; al tiempo en que los jaconenses se volcaron con sus piezas para donarlas al Museo, incrementándose precisamente el acervo y más aún la promoción del Museo a nivel nacional e internacional, registrándose visitas de extranjeros y turistas e investigadores procedentes de otros Estados de la República Mexicana, así como de municipios e Michoacán, destacando estudiantes y profesores.


Jacona cuenta con ese museo, así como con el Museo Plancartino, cuya existencia de ambos espacios por demás importantes, es desconocida por muchísimos jaconenses, precisamente por la falta de promoción y la organización de talleres, conferencias, conversatorios, entre otros aspectos que despierten el interés de las nuevas generaciones, por conocer las costumbres, usos y el legado de nuestros antepasados. El Plancartino se encuentra ubicado por la calle Constitución, entre Arista y Arteaga.


Jacona cuenta con edificios y lugares emblemáticos que merecen la organización de recorridos guiados con una explicación en torno a la forma y los motivos de su creación, así como la historia de lo que ha ocurrido en ellos, como sus creadores y benefactores.


Entre otros, podemos mencionar: el Templo de San Agustín, el Santuario de Nuestra Señora María de la Esperanza, el Palacio Municipal, el Colegio Plancarte, que inicialmente fue el Colegio de San Luis Gonzaga, donde estudió Amado Nervo.
Habrá que recordar que, “un pueblo sin historia, es un pueblo sin identidad”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Edición: Leticia E. Becerra Valdez

 

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